A la hora de elegir un centro educativo, no solo es importante tener en cuenta la excelencia académica. El bienestar estudiantil suele quedar relegado a un segundo plano, o incluso es algo que se da por hecho y en consecuencia no se tiene en cuenta. Sin embargo, un centro que no cuente con programas de bienestar para el alumnado no sería lo más adecuado.
En el colegio CEM en Madrid trabajan para crear un ambiente seguro para todo el alumnado. No solo se centran en fomentar el aprendizaje, sino que el desarrollo personal y el bienestar emocional son parte fundamental de los objetivos del centro. El respeto, la escucha y la atención personal a cada alumno y alumna garantiza estos valores.
Estrategias para crear centros seguros
Hay numerosas estrategias que un centro educativo puede seguir para crear un espacio seguro. Una de ellas puede ser la implementación de políticas de prevención del acoso, una plaga que está causando incluso muertes entre los menores más indefensos. Las secuelas psicológicas del acoso acompañan a quien lo sufre hasta la vida adulta.
Por este motivo, es fundamental que se trabaje desde los centros educativos para eliminar, pero también para evitar que esto suceda. Una forma de prevenir o evitar el acoso es haciendo talleres o actividades que promuevan la empatía, la inclusión, la diversidad, la solidaridad y la resolución de conflictos. La igualdad de género, la prevención del racismo, la homofobia y cualquier otro tipo de discriminación es clave para evitar el acoso escolar.
Puesto que muchas veces los menores son espejos que repiten lo que ven o escuchan tanto en casa como en las peligrosas redes sociales; no son conscientes del daño que pueden llegar a hacer. Por ello, son los adultos, en este caso los profesores, monitores y responsables del centro, quienes tienen que intervenir para evitar estos comportamientos.
Por otra parte, la educación personal, social, sanitaria y económica es esencial en cualquier centro. Llevar a cabo actividades para desarrollar habilidades socioemocionales es imprescindible. Trabajar la resiliencia, la autoestima y las habilidades sociales es fundamental para promover personalidades y comportamientos sanos.
Pero, para conseguir desarrollar todos estos programas y que se obtengan resultados palpables, los centros educativos deben contar con el equipo de apoyo necesario. Este apoyo vendrá de la mano de profesionales en salud mental, como psicólogos y psicopedagogos; expertos en seguridad digital; y expertos en diversidad sexual y de género.
Todo ello sin olvidar la salud física, puesto que, un buen programa de actividades físicas y dieta saludable es primordial. Lo mismo ocurre con la sostenibilidad, inculcar el respeto al medio ambiente, el reciclaje, un mini-huerto, las consecuencias del calentamiento global o el uso de las energías limpias, temas que deben estar presentes en el programa escolar.
Cuidando la salud mental
Si la salud física es importante, la salud mental lo es aún más. Según los últimos datos de la Fundación Muta Madrileña y Fad Juventud, casi un 60% de los jóvenes de entre 15 y 29 años padece problemas de salud mental. La ansiedad es el factor predominante de 5 a 9 años, mientras que de 15 a 24 años son los trastornos depresivos los más habituales.
Con estas cifras tan alarmantes, está claro que algo estamos haciendo mal. Y gran parte de ese mal proviene de las nuevas tecnologías. No porque la tecnología sea intrínsecamente negativa, sino por el mal uso de las mismas. Hay estudios de sobra que demuestran el impacto negativo que las redes sociales tienen sobre los menores y, sin embargo, todavía no se toman medidas.
En una sociedad altamente exigente, donde la productividad es la norma, los padres y madres no tienen apenas tiempo para educar a sus hijos. Los centros educativos, abarrotados y con falta de medios, tampoco, en la mayoría de los casos. Así, los menores crecen siendo educados por lo que ven en internet, sin filtros ni controles efectivos.
Telegram, Instagram, Snapchat, WhatsApp y TikTok son las redes sociales más peligrosas para los menores y los jóvenes. No solo están vinculadas a problemas de salud mental como la depresión, la ansiedad, trastornos de la alimentación y adicciones. También esconden grandes problemas de privacidad, acoso y suplantación de identidad.
Enseñar a hacer un uso correcto de la tecnología es clave para el desarrollo de cualquier persona, más aún durante las primeras etapas del desarrollo. Pero también hay que fomentar otras habilidades como la gestión emocional a través de talleres de Mindfulness, charlas informativas y talleres y actividades para fomentar el desarrollo emocional de los más jóvenes.
Dentro de este desarrollo emocional, la educación sexual juega un importante papel. No se trata de dar charlas sobre el lado más físico o pragmático de la sexualidad, sino también y sobre todo de las relaciones afectivas, del consentimiento y de las diferentes sexualidades. Una educación que fomenta la inclusión y la diversidad, crea sociedades más justas y solidarias.